
No hay nada más fascinante que el ser humano y sus interioridades. El temperamento brinda singularidad a cada persona, así como no hay dos copos de nieve iguales. Es la fuerza invisible que está detrás de cada acción humana. Se nace con él, lo heredamos, está escrito en nuestro código genético. Hay veces que actuamos sin saber por qué, eso nos viene de nuestro temperamento. Aclaremos algunos conceptos: Temperamento: Es el resultado de la combinación de rasgos congénitos que en forma subconsciente afectan el comportamiento, al igual que heredamos el color de cabello, ojos, etc. (más de nuestros abuelos). Carácter: Es el yo. Resultado del temperamento más la influencia del medio, la educación, las creencias, etc. Es el alma constituida por la mente, las emociones y la voluntad. Personalidad: Es la exteriorización de nuestro yo. Puede confundirse con el carácter dependiendo del grado de autenticidad con el que nos comportamos. A menudo la personalidad es una fachada, busca ajustarse a lo que la gente exige o espera como conducta socialmente aceptable. ¿Se puede cambiar el temperamento? Algunos autores dicen que sí, pero al igual que el color de ojos no cambia, el temperamento sigue siendo el mismo, pero puede llegar a ser controlado y como resultado podemos llegar a tener dominio propio. Sólo el E.S. de Dios morando en tu interior puede hacer de cualquier temperamento un instrumento para la gloria de Dios. El orgullo en el corazón le impiden a Dios tomar control de tu ser y así sigues metiéndote en problemas. Déjalo a ÉL actuar y verás tu carácter cambiar día a día. Ese control es llamado en la Biblia Nuevo nacimiento y es producido por Dios cuando te diriges en sinceridad a Él y reconoces tu incapacidad para controlarte a ti mismo y a los que te rodean. Todo tu ser integralmente puede ser guardado sin heridas para Dios. Dice Pablo en 1ª Tesalonicenses 5: 23: “Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser --espíritu, alma y cuerpo-- irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará.”
Por: Pablo Martini
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