
Como de costumbre, aquel empleado subió al automóvil y emprendió la marcha hacia la oficina. El tráfico estaba como nunca. Coches aglomerados, semáforos en rojo, peatones cruzando a destiempo, camiones transitando a 40 KM/h... La adrenalina subía hasta niveles indescriptibles dentro de aquel vehículo y entonces... ¡No, no puede ser, otro semáforo en rojo! Ya es demasiado tarde. Si me detengo un solo minuto más llego tarde al banco y pierdo mi empleo, además no hay ningún policía a la vista... Aceleró y pasó en rojo, cuando en la esquina siguiente... el policía haciendo señas para que se estacione. El argumento que nuestro protagonista expuso ante el oficial casi le arranca una carcajada: “Señor policía, no es justo que usted me multe por esta infracción de tránsito. He pasado miles de semáforos en verde y respetado otros miles en rojo a lo largo de mi vida de conductor y por este primero y único semáforo en rojo ¿usted me multa? ¿No valen todos los otros en verde que respeté para equilibrar este que transgredí en rojo? Esto es una injusticia... Irónico y hasta cómico ¿Verdad? Sin embargo es el mismo razonamiento que millones de personas tienen al enfrentarse con la idea del juicio futuro ante Dios quién no pedirá cuentas por las transgresiones a su ley que en vida hayamos hecho. Bueno, dicen algunos, aquel día simplemente Dios pondrá en una balanza las obras buenas (semáforos en verde) que haya hecho y las malas (en rojo) y como sé que he sido más bueno que malo, simplemente me aceptará. Sí, pero... Las obras malas siguen ahí, denunciando que aunque hayas trasgredido aunque sea una sola vez, ya estás bajo juicio y debes pagar la multa, y la biblia dice que la paga por pecar es la muerte. ¡Gracias a Dios! Que en Cristo, podemos disfrutar el perdón de nuestras trasgresiones porque Él ya pagó la multa al morir en nuestro lugar en la cruz. ¿Nunca lo habías visto desde este ángulo? Pídele perdón hoy mismo y pon a un lado tus inconsistentes argumentos
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